Glifosato-en-28-millones-de-hectareas-No-experimentan-mas-con-nuestro-puebloTodos odian a Monsanto, es un hecho. Ninguna otra empresa ha generado tanta aversión y controversia en los últimos tiempos. Se ha convertido en el viejo del saco de la cultura pop y el rostro corporativo del mal por excelencia. Ha sido blanco de documentales, boicots, marchas, protestas e innumerables campañas en su contra. ¿Por qué? ¿Qué puede generar tanta hostilidad hacia una empresa en particular? Los críticos apuntan a su papel en el desarrollo de los organismos genéticamente modificados, la creación del agente naranja, monopolios, el impacto de sus productos en nuestra salud, e incluso algunos le culpan de la desaparición de las abejas. Motivos para odiar a Monsanto parecen haber muchos. Hechos, como veremos, no tantos en realidad.

La mitología en torno a Monsanto

¿Qué es Monsanto? Monsanto es una empresa proveedora de productos químicos para la agricultura, en su mayoría herbicidas, insecticidas y transgénicos. Sin embargo no es la única empresa dedicada al rubro. SanofiNovartisDuPontBayer, Hi-Bred, SyngentaPioneerDow AgroSciences y AstraZeneca, son otras de las entidades que actualmente investigan, producen y distribuyen OGMs. Eso sí, a ninguna de estas empresas se les atribuye tanta influencia y poder como a Monsanto.

El primer mito dice que Monsanto es una de las corporaciones más grandes, ricas y poderosas del mundo. No lo es. Su capitalización bursátil es de $54.18B, comparada con gigantes como Exxon Mobil cuya capitalización de mercado es de $352.38B luce bastante modesta. Incluso es menor que su competencia The Dow Chemical Company (Market Cap $60.03B) Como se ve en el gráfico, sus ingresos brutos son equiparables a los de la cadena de supermercados Whole Food. Están más abajo que The GapXerox o Starbucks. Y son mucho menores que los de UPS, Home Depot, Google Microsoft.

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Aun así Monsanto es una empresa importante, nadie lo niega, pero está lejos de ser el gigante corporativo omnipotente que sus detractores afirman.

Otro conocido mito es que Monsanto creó el agente naranja. Según Greenpeace Produjo y comercializó el agente naranja, usado durante la guerra en Vietnam y responsable de la muerte y el desarrollo de cáncer en miles de civiles inocentes”. Esto no es así.

Acá es necesario hacer un poco de historia. En los 60’ el gobierno de Estados Unidos, como parte de la Operación Ranch Hand, contrató a un grupo de empresas químicas (Dow Chemical, Uniroyal, Hercules, Diamond Shamrock, Thompson Chemical, TH y Monsanto Chemical Company) con el fin de producir un herbicida llamado agente naranja. El objetivo era usarlo para destruir la selva y las cosechas vietnamitas, privándolos de alimento y de vegetación donde esconderse. El resultado fue catastrófico. Sin embargo el Monsanto Chemical Company que participó en la producción del agente naranja no es el mismo Monsanto vigente hoy en día.

Monsanto Chemical Company como tal ya no existe. Solía ser una empresa que fabricaba aditivos de alimentos, plásticos y productos químicos industriales. En 1985, Monsanto Chemical adquirió GD Searle & Company una empresa dedicada a productos farmacéuticos. En 1993, la división de Searle de Monsanto Company, en medio de ciertas polémicas con la Universidad Brigham Young, presentó una solicitud de patente para el analgésico Celecoxib, un inhibidor de la enzima COX-2 que se utiliza para tratar la osteoartritis y la artritis reumatoide. A finales de los 90′ luego de ser aprobado por la FDA, Monsanto Company —en colaboración con la farmacéutica Pfizer— desarrolla el Celecoxib o Celebrex, convirtiéndose en un éxito de ventas. Razón clave para que en el 2002 Pfizer adquiera a Monsanto Company.

Anterior a todo esto, en 1996, Monsanto Chemical Company compró una empresa agrícola llamada Agacetus. Cuando Pfizer adquiere Monsanto Company en el 2002, la farmacéutica no estaba interesada en la agroindustria por lo que escindió la empresa agrícola convirtiéndola en Monsanto, la actual empresa de semillas transgénicas. A partir de ese momento, Monsanto (la empresa de semillas) cuenta con sus propios estatutos, una nueva junta directiva y una administración diferente a la de Monsanto (la extinta empresa química). El error que cometió Pfizer y del que seguro se arrepintieron más tarde, fue mantener el nombre de Monsanto. Aunque es un error entendible dado lo costoso del cambio legal de nombre que estimaron en US$ 40 millones.

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Esto significa que, primero, ninguna empresa química inventó el agente naranja. Este fue desarrollado por el Departamento de Defensa de los Estados Unidos. Segundo, algunas empresas fueron obligadas a producirlo conforme a la Ley de Producción de Defensa de 1950, pero —contrario a lo que dice Greenpeace— nunca se comercializó. Y tercero, el Monsanto que existió desde 1901 hasta el 2000 y el Monsanto vigente hoy solo comparten el nombre y quizá algunos empleados, pero son dos empresas distintas.

Monsanto y las patentes

Otra fuente constante de críticas hacía la firma norteamericana son sus prácticas comerciales. En especial el tema de las semillas patentadas.

Muchos no están de acuerdo con que Monsanto patente la vida. En realidad una forma de vida no puede patentarse. Las patentes solo aplican a una tecnología específica que contienen ciertas semillas. En este sentido, toda empresa de semillas —incluidas las orgánicas— patenta sus productos. Una semilla no necesita ser transgénica para ser patentada. De hecho, las primeras patentes de semillas fueron emitidas en la primera década del 1800 —mucho antes de que existieran siquiera los OGMs— y actualmente existe multitud de semillas y cultivos tradicionales, así como plantas e incluso flores decorativas que están protegidas bajo propiedad intelectual.

Desarrollar un nuevo cultivo biotecnológico requiere una enorme inversión de tiempo, recursos y capital. Un estudio realizado en el 2011 reveló que el costo de descubrimiento, desarrollo y autorización de un nuevo rasgo vegetal biotecnológico introducido entre el 2008 y 2012 fue de US$136.000.000. En promedio, alrededor del 26% de esos costos (US$ 35.100.000) corresponden al proceso de prueba y el registro de reglamentación. El mismo estudio encontró que el tiempo medio desde el inicio de un proyecto hasta su lanzamiento comercial es de unos 13 años. La fase más larga en el desarrollo del nuevo producto es la del registro de regulación, unos 5.5 años en promedio. Teniendo en cuenta el considerable costo de producción, es natural que las empresas protejan su inversión a través de las patentes. Además, estas son un incentivo para que las compañías privadas investiguen y reinviertan en innovación tecnológica.

A pesar de todo esto, las patentes no son eternas. Duran 17 años desde la emisión (si es que fueron presentadas antes de 1995) y 20 años desde la emisión (para las que fueron emitidas después de 1995). Esta fecha no es prorrogable, y después de vencida, deja de estar sujeta a la protección que establece la ley sobre propiedad intelectual. Por ejemplo, la patente para el gen cp4 epsps que confiere inmunidad al glifosato, presente en el soja transgénica Roundup Ready expiró este año.

Algunos activistas anti-transgénicos también afirman que Monsanto posee alrededor de 11.000 patentes. Esto tampoco es cierto. Cualquiera puede buscar las patentes de Monsanto en la base de datos de La Oficina de Patentes de Estados Unidos. En la actualidad figuran 6.732 patentes pero ese número va cambiando a medida que se emiten nuevas. Cabe señala también que más de 2000 de estas patentes enumeradas ya han expirado.

Agricultores v/s Monsanto

Los detractores de Monsanto también apelan al daño que supuestamente la empresa provoca a los intereses de los agricultores. Uno de los argumentos más citados es que los agricultores no pueden guardar las semillas compradas para reutilizarlas al año siguiente. Esto es verdad a medias. Efectivamente, cuando los agricultores compran una variedad de semilla patentada, firman un acuerdo donde se comprometen a cultivar únicamente la semilla que están comprando y que no guardarán ni volverán a sembrar las semillas que van a producir las plantas que están cultivando y contienen la tecnología patentada.

¿Es perjudicial esto para los agricultores? No especialmente. Sucede que solo con ciertas variedades de semillas es conveniente almacenar y reutilizar. En el caso de los cultivos que han sido mejorados genéticamente mediante hibridaciones, no tiene caso, puesto que las semillas de cultivos híbridos tienden a no volver a reproducir los rasgos deseados de forma fiable, por lo que no tienen la misma productividad que sus progenitores. En cualquier caso, el asunto de las semillas es una de las partes más baratas de tener una granja. Los agricultores que guardan semillas tienen que secar, procesar y almacenar. En cambio los agricultores que compran semillas obtienen una garantía de que las semillas crecerán.

Existen muchos otros mitos referentes a la relación de Monsanto con los agricultores. Suicidios de agricultores en la India relacionados al cultivo de algodón BTDemandas a agricultores por polinización accidental. O la venta de semillas estériles, conocidas como semillas Terminator. Ninguno resultó ser verdadero.

La TRANSGENICOFÓBIA

Y hemos llegado al punto clave de todo esto. Los transgénicos son sin duda el punto álgido si de críticas hacia la empresa se trata. La opinión popular aprendió a asociar a Monsanto con el concepto transgénicos a tal extremo que hoy en día es imposible hablar de organismos genéticamente modificados sin que Monsanto salte a la palestra. Sin embargo decir que Monsanto es igual a transgénicos, es un error equiparable a decir que átomos es igual a industria nuclear.

El asunto de los transgénicos es quizá el punto más controversial en todo esto, pero también es el más débil. El debate sobre la seguridad de los OGMs, tanto en términos de los posibles peligros para el medio ambiente como para la salud humana, ya no existe dentro de la comunidad científica. Literalmente cientos de asociaciones científicas (incluida la OMS) y miles de estudios alrededor del mundo avalan la seguridad de los cultivos genéticamente modificados.

También existe un creciente cuerpo de evidencia que demuestra que los cultivos GM han tenido un impacto muy favorable para los agricultores, especialmente aquellos en países en vías de desarrollo. 49 estudios científicos basados en encuestas hechas a agricultores de 12 países, donde se comparó el rendimiento y desempeño económico de cultivos transgénicos frente a cultivos tradicionales, revelaron que un 74% de los agricultores indica un impacto positivo sobre el rendimiento, y un 72% sobre los resultados económicos utilizando cultivos GM. Entre 1996 y el 2011 el aumento de la renta agrícola global ha ascendido a US$98.200.000.000 gracias a los cultivos GM. El 49% ($ 48,000,000,000) es gracias a la reducción de los costos de producción, debido al aumentos del rendimiento resultante de la baja presión de plagas, malezas y la mejora genética. Además. solo en el año 2011 el 51% del aumento de ingresos por cultivos GM fue para agricultores en países en desarrollo, donde el 90% son granjas pequeñas o pobres. En el periodo (1996-2011), alrededor del 50% del beneficio económico fue para los agricultores en los países en desarrollo y desarrollados.

Pero esto suena muy bueno para ser cierto ¿Qué hay si todos estos científicos en realidad están siendo financiados por el mismo Monsanto?

La idea de que una empresa pueda comprar el consenso científico mundial, aunque común en la opinión pública, es ridícula. Pongamos como ejemplo a los gigantes de los combustibles fósiles. Exxon Mobil (capitalización de mercado: $394.83B), Chevron (capitalización de mercado: $215.45B) y BP (capitalización de mercado: $150.07B) (total: $760.35B) Si con todo este capital no pudieron alterar el consenso científico sobre el cambio climático ¿Podría una empresa mediana como Monsanto (menor que Starbucks) manipular a decenas de miles de investigadores financiando tres décadas de estudios?

Incluso, algunos de los estudios más completos al respecto han sido financiados por gente que nunca simpatizó mucho con la idea de los transgénicos. Como los políticos de la Unión Europea, quienes invirtieron 200 millones de euros en un lapso de diez años de investigación sobre OGMs. Todo está resumido en Una década de financiación de la UE a la investigación de los OGM. Donde se concluye: La principal conclusión que puede extraerse de los esfuerzos de más de 130 proyectos de investigación, que abarca un período de más de 25 años, y la participación de más de 500 grupos de investigadores independientes, es que la biotecnología, particularmente los OGM, no son en sí más riesgosos que por ejemplo, las tecnologías convencionales de fitomejoramiento.

El mundo necesita villanos

La idea de salvar al mundo, proteger la biodiversidad y todo eso, es muy noble sin duda. Pero una actitud hostil hacia la ciencia solo presenta un obstáculo para el progreso social y el desarrollo de tecnología que puede hacernos la vida mucho más fácil e incluso salvar vidas en países en desarrollo. Desgraciadamente los grupos ambientalistas aprovecharon el miedo del público a lo desconocido, especialmente en lo relacionado con grandes disparadores emocionales como la salud y la seguridad personal. Probablemente lo que sentó las bases para nuestro actual debate sobre los OGMs fue la campaña hecha por Los Amigos de la Tierra a finales de los 90′ que decía: «¿Qué tan seguro es el alimento que usted come… La respuesta alarmante es que nadie lo sabe realmente». Desde entonces diversas organizaciones ecologistas han realizado múltiples campañas desinformativas en contra de la ingeniería genética aplicada a la agricultura.

¿Por qué es relevante desmentir estos mitos acerca de la empresa Monsanto? La Biotecnología es una de las armas más poderosas descubiertas en los últimos siglos. En materia agrícola ha beneficiado, no solo a miles de agricultores alrededor del mundo, sino también a nosotros como consumidores. Dada la enorme cantidad de procesos de seguridad que deben superar, los transgénicos hoy en día son el alimento más sano que la humanidad ha conocido. Existen variedades modificadas genéticamente para incluir un mayor contenido de vitaminas, como el Golden Rise. El arroz dorado es libre de patentes y puede combatir la fuerte carencia de Vitamina A en la dieta diaria de sociedades en países subdesarrollados. Se estima que cada año alrededor de 500.000 niños en todo el mundo pierden la vista a causa de la carencia de esta vitamina esencial.

A pesar de todo esto, la opinión publica tiene una pésima imagen de los OGMs. Con la vasta evidencia científica a su favor, está imagen podría mejorar en los próximos años. Sin embargo, los detractores de esta tecnología siempre han tenido un pero que da pie a la confusión sobre el tema y a la desinformación. Ese pero es justamente Monsanto. La mayoría de la gente no entiende que Monsanto no es sinónimo de transgénicos, por lo que mientras Monsanto siga siendo ese monstruo despiadado que controla el suministro de alimentos del mundo, seguirán habiendo criticas, reproches y cuestionamientos hacia los OGMs.

Monsanto no es una empresa especialmente mala, al menos no en el sentido que otras empresas no lo sean. ¿Por qué Monsanto terminó siendo el foco principal de todas las críticas y no Bayer o Syngenta o Dow Chemical? No tengo idea. Probablemente estuvo en el lugar y en el momento equivocado, y respondió bien a la necesidad de personificar a un antagonista que justifique la lucha de estos grupos ecologistas. El hecho es que no hay nada que distinga a Monsanto de entre otras empresas dedicadas a la biotecnología agrícola o que justifique su pésima fama.

David Silva Valerio Autor: David Silva Valerio
Cientificista, acrofóbico, sicario de la CIA, adicto a los analgésicos y fan de Doraemon.